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lunes, 15 de diciembre de 2014

Politica exterior china

Al mismo tiempo que los españoles vivimos enfadados por la corrupción y crispados por el separatismo, y como europeos nos alejamos del sueño colectivo de los Estados Unidos de Europea y ganan terreno los euroescépticos, hay países en el mundo con claridad de ideas que avanzan afirmando sus valores y cuidando de sus intereses. Valores e intereses que no son iguales que los nuestros y compiten con ellos, pero que no sabemos enfrentar, porque los europeos seguimos siendo localistas y hemos perdido la perspectiva del mundo. Quizás el caso más llamativo de claridad de ideas hoy sea China y la expresión más precisa de esta claridad sea su política exterior. 

El gobierno chino es consciente de que el primer problema que tiene es agrario, que la superficie de tierra de cultivo dentro de sus fronteras es insuficiente para alimentar a una población creciente. Este problema ha sido endémico en China y se agrava por el crecimiento lento de su población, pero rápido de su renta. Para resolverlo, China no sólo compra alimentos en los mercados internacionales, sino que, a través de sus gigantescas empresas públicas, está explotando tierra en África y América Latina, y se calcula que en el primer continente controla ya una superficie equivalente a una vez y media España, lo que lo convierte en el nuevo colonizador de África. 

Un problema similar al anterior es la creciente dependencia energética y de minerales estratégicos de la economía china. Una dependencia cada vez mayor que está resolviendo de una forma pragmática usando, en primer lugar, los mercados internacionales, y, en segundo lugar, los acuerdos comerciales con Rusia , Brasil, Perú y los Estados Unidos. Incluso llega más allá, al tener intercambios estatales con Irán y a intervenir directamente en África, como es el caso de Sudán, Congo, Tanzania, etcétera. 

Al mismo tiempo que los chinos necesitan de los mercados exteriores para mantener su consumo y producción, necesitan, dado su modelo de crecimiento hacia afuera, mercados exteriores para poder comerciar. De ahí el impulso que le han dado a la creación de los espacios de libre comercio en Asia y el Pacífico, con los que consiguen unos grandes y crecientes mercados como son Filipinas, Vietnam o Indonesia, al tiempo que la participación en este espacio de Japón, Corea y Estados Unidos les garantizan un importante flujo de tecnología. 

En paralelo con estas relaciones comerciales y de inversión directa, China es un importante actor financiero mundial, pues mantiene el mayor volumen de reservas de dólares del mundo, fruto de su superávit comercial de las últimas décadas, lo que lo hace especialmente importante para la estabilidad monetaria mundial. 

La política exterior china está, pues y como todas las políticas exteriores, dictada por sus intereses económicos a largo plazo. China ha sido, desde siempre y por su demografía, un actor regional relevante en Asia y, por ello, un actor mundial, aunque secundario. Fue a partir de la primera oleada de globalización de finales de los noventa que se ha ido consolidando como un actor mundial relevante por el potencial de su economía y su estrategia de desarrollo. Hoy es ya, junto con los Estados Unidos, el gran actor de la política mundial, porque al peso de su economía está uniendo la dependencia de todas las restantes economías del planeta y una clara voluntad de poder. China ocupa ya el papel que antaño ocupaban las viejas potencias europeas y compite con ellas por lo mismo, porque las debilidades de la economía china son las de las economías europeas, aunque las fortalezas de unos y otros sean diferentes. 

En esta competencia la verdadera ventaja de China es que sabe que compite, mientras que en Europa no lo sabemos mientras nos dividimos políticamente hasta el infinito. Con lo que llegaremos a culminar el proceso que iniciamos hace un siglo con la gran guerra europea: de serlo todo en el siglo XIX a no ser muy poco en el siglo XXI. 

15 de diciembre de 2014 

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