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lunes, 7 de abril de 2008

Cuéntame lo que paso

La situación económica que estamos viviendo, de desaceleración que no de crisis, no es, ni de lejos, la situación más grave por la que ha pasado la economía española en los últimos sesenta años, ni siquiera la más grave por la que ha pasado nuestra democracia. Desde 1959 hasta la actualidad, la economía española ha vivido tres periodos de expansión con crecimientos a tasas superiores al 3%: el periodo que llamamos "del Desarrollo", entre 1960 y 1974; el que Fuentes Quintana llamó "de la Recuperación", entre 1985 y 1990; y, finalmente, el que hemos vivido desde 1997 hasta hoy, y que podemos llamar "de la Convergencia", porque nunca la renta per cápita española estuvo tan cercana a la de los países desarrollados de Europa. Entremedias dos periodos largos de crisis y ajuste: el "de la Crisis", también en expresión de Fuentes, que duró entre 1975 y 1984, y el "del ajuste del euro", entre 1991 y 1996. 

Comparar la actual desaceleración de la economía española con el periodo de "la Crisis", prever un ajuste como aquel, y, de paso, vaticinar una crisis bancaria y financiera como la que vivió la joven democracia española es ignorar nuestra historia económica. Para empezar, en los 11 años que van de 1975 a 1985, la economía española solo creció a una media del 1,4%, con un año de recesión en 1981. Además, la inflación media fue del 15,6%, llegando al 24,5% en el 77 y solo bajando al 8,8 en el 85. Para redondear el cuadro, el paro pasó de un 4% hasta un 21,6%, mientras que las cuentas públicas tenían déficits superiores al 5%. Nuestra renta per cápita bajó del 75 al 68% de la media europea. En el fondo de esta situación estuvo una crisis del sector industrial (entonces era el 36% del PIB), lo que obligó a la profunda reconversión, y llevó a la crisis a nuestro sistema bancario. Una crisis que costó a los españoles alrededor de 3 billones de pesetas de entonces y que no fue fácil de financiar en el contexto de las crisis financieras latinoamericanas, con dólar fuerte y tipos internacionales del 12%. Esa fue la crisis con la que tuvieron que lidiar Fuentes Quintana, Abril Martorel, Leal, García Díez y, desde luego, Miguel Boyer. Comparar la actualidad con aquel momento es, sencillamente, un insulto a la historia. 

Como tampoco es comparable con la difícil situación de principios de los noventa. Entre 1991 y 1996 la tasa media de crecimiento de nuestra economía fue del 1,8%, con un año de recesión que fue 1993. La inflación se mantuvo en tasas de entre el 5,9 y el 4,6%, con un pico en 1992 del 7,1. Lo malo es que arrastrábamos la más alta tasa de paro de nuestra historia y de Europa y se mantuvo tan alto como que nunca bajó del 16 y llegó al 22,9% en 1995. Tampoco los déficits públicos fueron buenos porque hubo 4 años en que fueron superiores al 6%. Incluso hubo problemas en el sistema financiero como el que llevó a la famosa intervención de Banesto en diciembre del 93. La política de austeridad y estabilidad que impuso Solbes entre 1993 y 1996 y el consenso que hubo sobre las políticas macroeconómicas permitieron a la economía española el éxito que cosecharía Rato con el euro y el crecimiento de los últimos años. Comparar, pues, la desaceleración actual con la de los noventa es otra exageración, porque ni es probable una recesión (aunque sí un periodo de dos o tres años de bajo crecimiento), ni es probable una inflación superior al 5% (y eso que el petróleo está en precios de récord), ni es previsible una tasa de paro al doble de la que tenemos. Entre otras cosas porque las cuentas públicas están saneadas (aunque no me fie de este Gobierno), estamos en el euro y nuestra economía es mucho más que la construcción. 

Así pues, cuando hagamos comparaciones, debemos tener cuidado, porque es cierto lo que decía el gran John Kenneth Galbraith: "Hay dos clases de economistas: los buenos saben historia". 

7 de abril de 2008 

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