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lunes, 21 de abril de 2008

La clave está en la EPA

La clave de la evolución de los dos principales problemas macroeconómicos que tiene planteados la economía española, a saber, la desaceleración de la tasa de crecimiento hasta alrededor del 2% y la aceleración de la inflación por encima del 4%, está en cómo reaccione el mercado de trabajo. El mercado de trabajo puede acentuar los problemas de crecimiento en los próximos meses porque si la desaceleración se convierte rápidamente en paro se puede iniciar una reacción que afectaría negativamente al consumo, a las expectativas de inversión y a las cuentas públicas. Un primer frenazo desacelerador, que es evidente que ya estamos viviendo, se convertiría, entonces, a través de la tasa de paro, en una mayor desaceleración. Al mismo tiempo, la inflación se puede acelerar si los trabajadores presionan para conseguir subidas salariales que les hagan mantener o aumentar su nivel adquisitivo. En una situación de bajas expectativas de crecimiento, los empresarios pueden subir los precios para compensar estas subidas de coste, con lo que produciría una segunda vuelta inflacionista que, a medio plazo, supondría una mayor desaceleración del crecimiento. Las reacciones del mercado de trabajo son, así, la clave de nuestro futuro, porque pueden convertir una sencilla desaceleración, centrada en la construcción, en un estancamiento de larga duración. 

¿Cómo es previsible que esté ya reaccionando nuestro mercado de trabajo ante esta situación? En primer lugar, es necesario tener en cuenta que el mercado de trabajo actual es muy diferente al que tuvimos en las anteriores desaceleraciones. Entonces teníamos mercados de trabajo rígidos y cerrados, en los actuaban unos sindicatos reivindicativos fuertes que estaban dispuestos a pagar con una mayor tasa de paro sus demandas salariales. Hoy, fruto del proceso de flexibilización del mercado laboral español de los noventa, de la evolución de los sindicatos y de la importante presencia de trabajadores inmigrantes podemos decir que nuestro mercado de trabajo es mucho más flexible. Eso significa que, previsiblemente, la desaceleración se traducirá en una menor pérdida de empleo, en porcentaje, que en las anteriores, con la contrapartida de que, como siempre, los trabajadores serán los que asuman la parte más importante del coste, esta vez con pérdidas en su poder adquisitivo, y no en forma de paro como en los ochenta y noventa. Esto supondrá que el ajuste será menos largo. Y, en segundo lugar, se puede considerar que la desaceleración destruirá, principalmente, puestos de trabajo de baja cualificación, muchos de ellos ocupados por inmigrantes, por lo que es muy posible el trasvase de estos trabajadores a otros sectores, especialmente de servicios. Más aún, es muy probable que estos trabajadores estén dispuestos a ganar menos por hora a cambio de mantener su puesto de trabajo. 

Teniendo esto en cuenta, y otros factores que por razones de espacio no podemos desarrollar, lo que se espera de nuestro mercado de trabajo en los próximos trimestres es que se pierdan entre 250.000 y 650.000 puestos de trabajo lo que, sumado a los que habría que crear para aquellos que se incorporan, implica que la tasa de paro puede llegar a alcanzar este año una cifra en el entorno del 10,8 y rondar el 12% a finales de este año (la misma, por cierto, que tuvimos en el año 2000). Una tasa de paro que podría ser menor si los salarios nominales no crecen por encima del 4, lo que, de paso, ayudaría a reducir la inflación. 

A finales de esta semana, el viernes 25, el INE publicará los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de este año y veremos, entonces, si la tendencia va por donde estoy diciendo. Eso sí, habrá que esperar un año para saber si esta argumentación es acertada o errónea. Entonces empezaré a escribir un libro para explicar en qué me equivoqué. 

21 de abril de 2008 

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