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lunes, 14 de julio de 2008

Estancamiento con inflación

Ahora sí que estamos ante el momento crítico de cómo evolucionará la situación de la economía española en los próximos años. De las circunstancias internacionales y de las decisiones que se tomen dependerá el que la crisis sea más o menos profunda o más o menos larga. Más aún, de que entremos en una espiral de estancamiento con inflación. Estamos ante el momento crítico porque el parón del crecimiento económico, más las restricciones de liquidez, sitúan a las empresas ante un horizonte difícil. Como la mayoría de las empresas están considerando, con razón, que la situación de caída de la demanda y de restricciones de liquidez va a ser relativamente permanente, su reacción es que suben precios y ajustan plantilla. La subida de los precios, aunque en algunos sectores esté justificada por subidas reales de sus costes (energía, materias primas), en otros no es más que un comportamiento "en manada" por el que la una genérica "subida de la inflación", justifica la subida de sus precios, y más en mercados con monopolios. El ajuste de plantilla, que ya se está produciendo duramente en algunos sectores y con menores contrataciones temporales y planes de despido en otros, lo basarán las empresas en la caída de la demanda. Las empresas se instalan, así, en la inflación con estancamiento. Lo que produce, además, paro. 

También los sindicatos y trabajadores tienen una difícil tesitura. Para ellos la clave no está en la caída de la actividad, sino en la inflación y el crecimiento del paro. Si se empeñan en mantener el salario real, el resultado será un mayor crecimiento del paro. Si aceptan unas subidas salariales contenidas, algo probable por efecto de los inmigrantes, el paro será menor a corto plazo y la inflación puede ser, a medio, más moderada. Pero nada lo garantiza. De cualquier forma, con menores salarios o más paro, la caída de la demanda total de los trabajadores se notará en el consumo privado. O sea, estancamiento con inflación. 

Ante esto poco puede hacer el Gobierno a corto plazo, pero puede estropearlo más. Si, como hasta ahora, niega la situación y hace tontos estímulos de demanda (los 400 euros), no solo mantiene la inflación y no mejora la sangría del paro, sino que dilapida el superávit público, con lo que empeora la deuda y, a medio plazo, aumenta el gasto y el déficit. O sea, que puede ampliar el proceso de más inflación con estancamiento. 

Estamos, pues, al borde de una situación de estancamiento con inflación. Ante esta situación, lo peor que podríamos hacer sería que el Gobierno no identificara que el problema de verdad es, más que el estancamiento, la inflación. Si el Gobierno intenta mantener la actividad con una política fiscal de fuegos de artificio y no ataja realmente el problema de inflación con drásticas medidas antimonopolio y control de gasto público, el resultado será que los empresarios mantendrán beneficios a corto plazo subiendo los precios, ante lo que responden los sindicatos presionando sobre los salarios reales. El resultado sería que unos producen inflación (los empresarios), otros producen paro (los sindicatos), mientras el Gobierno produce déficit y estancamiento. Entraríamos en una espiral de efectos de primera (precios-salarios) y de segunda vuelta (salarios-paro) que nos llevaría al estancamiento por largos años. Así sí tendríamos instalada la crisis. 

También podría ocurrir que el Gobierno reconozca la situación, empiece a exigir competencia, y oriente su política fiscal a reducir los costes de las empresas. Así, las empresas se verían obligadas a mantener los precios y los sindicatos aceptarían una pérdida de salario real, con lo que se reducirían los efectos de primera y segunda vuelta. Para que esto se produzca hace falta que el Gobierno sepa que la clave está en la inflación, no en el crecimiento. Algo que, por desgracia, dudo que sepan los optimistas antropológicos. 

14 de julio de 2008 

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