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lunes, 18 de abril de 2011

Por una economía útil

Uno de los efectos más serios y, al mismo tiempo, menos conocido, de la crisis económica es que ha puesto en cuestión lo que sabíamos de economía. La crisis y, sobre todo, los debates sobre políticas para luchar contra la crisis, están poniendo de manifiesto la escasa utilidad de la economía que hemos venido haciendo, así como la inmensa cantidad de mitos económicos que anidan en los gobiernos y en la opinión pública, sostenidos ideológicamente y sin base empírica alguna. 

La crisis está poniendo en cuestión la mayoría de las conclusiones económicas que contienen muchos libros de texto y ensayos sobre economía. Las grandes teorías omnicomprensivas que lo intentan explicar todo con modelos deductivos están siendo arrinconadas por metodologías de análisis. Hoy carece de sentido, por ejemplo, hablar a favor o en contra del capitalismo porque la realidad económica y política del mundo es mucho más compleja que lo que esas palabras pueden reflejar. Como es inútil la economía que se basa en las premisas de que el consumo privado solo depende de la renta, la inversión, del tipo de interés y el gasto público; es una variable autónoma que no depende de ninguna de las dos anteriores. No, la economía que necesitamos tiene que incluir variables financieras (deudas y activos) en el comportamiento de los agentes (familias, empresas, sector público), como tiene que tener en cuenta que los agentes se comportan de forma diferente según su nivel de renta, que las instituciones legales y organizacionales importan o que el comportamiento humano se basa en información incompleta y las decisiones se toman siempre en horizonte incierto, por lo que no siempre acierta con las expectativas. Más que grandes teorías tenemos que usar procesos de análisis que nos lleven a modelos explicativos que reflejen empíricamente la realidad de cada momento. Hay, pues, que rehacer la economía para hacerla rigurosa, porque, a fuerza de grandes palabras y aparatos de lógica matemática y poco contraste estadístico estamos haciendo una economía elegantemente inútil. 

De una economía inútil, una política errónea. La política económica que estamos aplicando frente a la crisis es una política económica poco cimentada. En la primera fase de la crisis se acudió a una ingenua política keynesiana, más mítica que eficaz, que ha terminado por desprestigiar algunos de los instrumentos de política económica keynesiana. Así, se puede demostrar que no toda expansión del gasto o bajada de impuestos reactiva la economía y genera empleo, como se puede demostrar que tan importante como gastar o bajar impuestos es en qué se gaste y cómo se haga una expansión fiscal. Los cómos y los qué de la política fiscal importan, pues, tanto como los cuánto. Y lo mismo se puede decir de la política monetaria. Ahora resulta que la eficacia de la política monetaria depende de la eficiencia de los bancos y mercados financieros. Como se sabe que instituciones mal diseñadas de mercado de trabajo provocan paro. Cuando los problemas de estas políticas han puesto de manifiesto, los gobiernos empezaron a aplicar políticas para resolver problemas de corto plazo, sin saber las consecuencias de largo plazo. El resultado es que la recuperación, cuando la hay, es muy débil y nos conformamos señalando la magnitud histórica de la crisis. Hace falta, desde luego, otra política económica. 

Y para eso es necesario que, además de una mejor economía, abordemos los problemas sin grandes presupuestos ideológicos, reconociendo que podemos llegar a consensos racionales. No es necesario llevar rastas para poder hablar de cooperación, tener sensibilidad social o de ecología, como no lo es llevar gomina para saber de economía financiera o de banca. 

Hoy quiero reivindicar la necesidad urgente de una nueva economía, alejada de las grandes palabras. Y reivindico la racionalidad en el debate político, superando viejas ideologías. Porque a fuerza de grandes palabras e ideología estamos haciendo mala política económica. Y esto lo pagan los de siempre, en forma de paro o pobreza. Maldita economía inútil. 

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