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lunes, 27 de mayo de 2013

Paraísos fiscales

Esta semana pasada se ha celebrado una cumbre europea en la que se ha tratado la evasión fiscal. Un problema estructural de la economía mundial que ya era hora que entrara en la agenda de las grandes economías. Un problema estructural que, como pasa siempre en Europa, se aborda con una declaración de buenas intenciones que suena poco creíble y con un camino que sabemos que va a ser muy tortuoso. Pero, de cualquier forma, es una buena noticia el que se trate de luchar contra la evasión fiscal, especialmente internacional, y los paraísos fiscales. 

El funcionamiento de un paraíso fiscal es muy simple. Es como cualquier negocio de precios bajos que lo que necesita es mucho volumen de ventas. Lo que le da carácter de paraíso fiscal a un país o un territorio autónomo es un sector público cuyo nivel impositivo sea muy bajo. Para tener, entonces, ingresos fiscales suficientes, esa administración lo que necesita es tener una base imponible muy grande. Lo que implica, para que sea sostenible, que ha de "importar" base imponible, es decir, que en el paraíso fiscal se produzcan rentas que provengan de la actividad económica en otros países, pero que se puedan transferir o contabilizar en él. De ahí que lo que se importe sea transacciones financieras a las que se grava con un tipo irrisorio. Más aún, para hacer más atractivo el paraíso fiscal se puede prestar, además, el "servicio" de que garantizar el anonimato y la inmunidad, por lo que un paraíso fiscal será tanto más atractivo cuanto menos regulación tenga. 

Teniendo esto en cuenta, un paraíso fiscal será tanto más eficiente cuanto menos gasto público tenga y mayor nivel de base imponible tenga. De ahí que los más eficientes sean ciudades-estado o islas pequeñas bien localizados, ligados a potencias militares fuertes (Mónaco, las Islas del Canal, Gibraltar, las Antillas, etc.), porque no tienen ni gasto público en seguridad exterior, ni obras de infraestructuras, ni territorio que mantener y, además, en muchos casos, sus ciudadanos ni siquiera viven en el territorio. Territorios cuyas economías son muy desequilibradas sectorialmente porque no tienen espacio para la agricultura, ni para la industria, salvo excepciones, y están lógicamente muy centradas en un sistema financiero que es, junto con una pequeña administración pública, casi la totalidad de la economía. Si se le suma, además, un negocio como el juego que permite transacciones económicas en efectivo (Mónaco, Macao, etc.) el paraíso fiscal es casi perfecto. Para que un paraíso fiscal funcione, pues, ha de ser pequeño, con pocos habitantes, bien localizado, con un sistema financiero grande, con doble nacionalidad, sin regulaciones, y una legislación opaca y protectora de la intimidad y de la soberanía. Las distorsiones que los paraísos fiscales causan a la economía y la sociedad mundial son inmensos. Gracias a ellos la persecución de los mercados ilegales y de graves delitos son más difíciles. Gracias a ellos perseguir el tráfico de personas, de armas, de drogas, o el terrorismo internacional es más difícil. Gracias a ellos, las grandes compañías mundiales gozan de una fiscalidad muy baja. Gracias a ellos hay una alta impunidad en la corrupción mundial. Y gracias a ellos hay una clase social mundial que es inmensamente rica porque esconde su dinero en paraísos fiscales. Sabiendo todo esto, que lo sabemos desde hace años y se ha intensificado en los años de la globalización financiera, lo escandaloso no es solo que los paraísos fiscales existan, sino que se esté tardando tanto en luchar contra ellos. Lo esperanzador es que se ha empezado y se ha dejado caer incluso alguno semicamuflado de economía respetable como Chipre. Lo malo es que aún queda mucho por hacer porque toda economía grande tiene asociado un paraíso fiscal. Lo estúpido es que no sea difícil acabar con ellos y vayamos a tardar la eternidad que tardaremos. Lo perverso es que llamamos "paraíso fiscal" a lo que, en realidad, es una "cloaca moral". 

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