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lunes, 28 de julio de 2014

Mister Juncker

Hace unos días, el Parlamento Europeo, tras votación, nombró presidente de la Comisión Europea, el "gobierno" de Europa, a Jean Claude Juncker, un político de ideología social-cristiana (centro derecha), luxemburgués, con una larga trayectoria en la política europea.

El significado de este nombramiento y su influencia en la política europea, y, por lo mismo, en la española, hay que analizarlo desde una triple perspectiva: la capacidad de Juncker (un elemento personal); su ideología (un elemento de criterio); y, finalmente, sus propuestas. Como lo que importa (o debería importar) cuando se nombra a un político (o a cualquier persona) para un puesto ejecutivo es su capacidad, su ideología y sus propuestas, porque de estos tres elementos dependen los resultados esperados, analizar este nombramiento ha de hacerse desde esta triple perspectiva.

No creo que nadie dude de la capacidad del señor Juncker para gestionar la Comisión, no solo por su formación, sino por su experiencia, máxime si se tiene en cuenta su trayectoria al frente de un país tan abierto como Luxemburgo y que fue presidente del Eurogrupo. En cuanto a su ideología, Juncker pertenece a una tradición ideológica, rara en España, pero de amplio apoyo en Centroeuropa, es decir, liberales en cuanto a economía, defensores del Estado del Bienestar y, desde luego, pragmáticamente europeístas. Esta posición ideológica supone la capacidad de poder muñir acuerdos entre perfiles ideológicos más definidos, como los conservadores españoles y los socialdemócratas alemanes. Solo los extremos del arco ideológico pueden sentirse incómodos con él, como los ultras de Marine LePen o los partidos de extrema izquierda como Podemos, así como los antieuropeos como los conservadores británicos o húngaros.

En cuanto al tercer elemento de análisis de este nombramiento, sus propuestas, hay que leer el discurso de solicitud de voto en el Europarlamento, titulado "Un nuevo comienzo para Europa: mi Agenda en materia de empleo, crecimiento, equidad y cambio democrático", para hacerse una idea de sus propuestas. Leyéndolo se observa que Juncker considera como primer problema político europeo la crisis económica y sus consecuencias no solo económicas, sino sociales y políticas. Para él, la crisis en la que está inmersa la economía europea, así como la gestión de la crisis fiscal en los países del sur, ha generado no solo los problemas internos de muchos de los países europeos, sino el florecimiento de los partidos antieuropeos que pueden poner en peligro la misma esencia del proyecto. Por eso, como forma de relegitimar propone un paquete de medidas de política fiscal que supondría la inyección de unos 300.000 millones de euros, alrededor del 4% del PIB de la Unión, en los próximos cinco años, que permitiría aumentar el crecimiento y paliaría algunas de las consecuencias de los ajustes previos. Una política fiscal expansiva cuyo resultado puede ser relevante para los países que hayan hecho sus tareas de reformas y si el BCE mantiene sus políticas. El discurso, francamente bueno en términos de política interior europea, es, sin embargo, demasiado poco ambicioso en política exterior y, en mi opinión, excesivamente pragmático en cuanto a construcción europea. Juncker demuestra conocer bien las limitaciones de su cargo y muestra el carácter práctico de su liderazgo.

Por capacidad, por ideología y por propuestas, creo que el nombramiento del señor Juncker como presidente de la Comisión Europea es, en mi opinión, una buena noticia, sin aspavientos, para Europa y los europeos, consciente de que su papel es, dentro de la complejísima arquitectura institucional de la Unión, muy básico, pero no determinante. Para un ciudadano de la Unión como yo, con bastantes coincidencias ideológicas con él y que sueña con unos Estados Unidos de Europa (¡qué pena la Constitución que perdimos!), Juncker está lejos de entusiasmarme, no sé si porque ya no tengo edad de entusiasmo y no están los tiempos para hacerlo con la política, pero está muy cerca de lo que se puede razonablemente pedir. Lo que, en los tiempos que corren, no es poco pedir.

28 de julio de 2014

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